20200404 ArzobispoI

Queridos hermanos y hermanas:

Dirijo esta carta especialmente a los cofrades de nuestra Archidiócesis, para manifestarles mi afecto en las circunstancias que estamos atravesado. Hace sólo dos meses nadie pensaba en lo que después se nos ha venido encima. Bien sé yo lo que significa para vosotros la supresión de vuestros cultos y de vuestras estaciones de penitencia. No se ha suprimido, sin embargo, la Semana Santa, que debemos celebrar con toda devoción y fervor desde nuestros hogares, verdaderas iglesias domésticas. El Misterio Pascual es el centro de la fe y de la vida de la Iglesia.

No dudo que a lo largo de esta Cuaresma peculiar habéis ido ahondando en la conversión, a través de la oración, el ayuno y la limosna, como nos pedía la liturgia del Miércoles de Ceniza. Efectivamente, la libertad interior que nos procura el ayuno nos reconcilia con nosotros mismos, la oración robustece nuestra comunión con Dios y la limosna y la caridad fraterna nos reconcilian con los hermanos. La participación en el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, que actualizaremos litúrgicamente en la solemne Vigilia Pascual, exige un “pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17). Dios quiera que todos nosotros hayamos vivido responsablemente la Cuaresma, sin echar en saco roto la múltiple gracia que el Señor ha derramado sobre la Iglesia en este tiempo.

A partir de este Domingo de Ramos iniciamos la Semana Santa del año 2020. En ella vamos a actualizar los acontecimientos redentores, la pasión, muerte y resurrección del Señor. Un año más, la Iglesia nos invita a entrar de lleno en el misterio que constituye el centro y el corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, a penetrarnos de los sentimientos de Cristo, que intuye las negras maquinaciones del sanedrín judío y la cobardía cómplice de las autoridades romanas. La Iglesia nos invita a vivir con Jesús la angustia del prendimiento, el dolor acerbo de la flagelación, de la coronación de espinas y del camino hacia el Calvario, la soledad y el abandono del Padre en el árbol de la Cruz y también la alegría inefable de su resurrección en la mañana de Pascua florida.

Os invito a vivir la Semana Santa con autenticidad, como la Santísima Virgen, el Apóstol Juan, la Verónica y las santas mujeres de Jerusalén en la primera semana santa de la historia. Ellos, en el momento cimero de la historia de la humanidad, viven con hondura suprema la Pasión del Señor. Ellos nos marcan las únicas actitudes posibles en la vivencia intensa del Misterio Pascual en estos días. Ellos no huyen ni se esconden como los Apóstoles, ni se limitan a contemplar desde la acera el drama del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo agonizante. Que ellos, María y Juan, la Verónica y las santas mujeres nos alienten y acompañen en nuestra inmersión intensa, cálida y comprometida en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Os imagino en estos días, queridos cofrades, frustrados y doloridos por no poder celebrar con el fervor y entusiasmo acostumbrados vuestros cultos y, muy especialmente, vuestras estaciones de penitencia. Yo os pido que procuréis que lo que perdemos en esplendor, en costumbrismo y en estética, lo ganemos en intensidad religiosa. Nada en este año os distrae de lo esencial. No tenéis que dedicaros a los preparativos externos, algo que os puede ayudar a poner el acento en los preparativos interiores que reclaman de vosotros los días más señalados del calendario cristiano. En ellos vamos a recordar sí la epopeya de nuestra salvación, pero al mismo tiempo vamos a actualizar el misterio central de nuestra fe: la pasión, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, que la liturgia místicamente renueva cada año.

Os ruego de nuevo que os preparéis bien para vivir con autenticidad la Semana Santa. Buscad espacios largos para la oración. Participad con unción religiosa a través de la televisión en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor. Rezad mucho en esos días para que el Señor se apiade de nosotros y termine pronto la prueba tremenda que nos aflige.

En este Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Mayor, os encomiendo especialmente al Señor pidiéndole que la Semana Santa sea para vosotros verdaderamente santa y santificadora, que a lo largo del año viváis la auténtica identidad cofrade, el cultivo de la vida interior, la formación doctrinal, el apostolado, el servicio a los pobres y el amor a la Iglesia, cuidando y formando a los jóvenes cofrades y viviendo la comunión fraterna y la unidad en el seno de cada Hermandad. Sois herederos de una hermosa historia, rica en fe, devoción y obras de caridad. Que el Señor os ayude a potenciarla y enriquecerla.

Con mi saludo cordial, mi bendición para vosotros y vuestras familias.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla