A petición de vuestro capataz general Ernesto Sanguino, quisiera compartir con vosotros estas palabras.

Sevilla espera el Domingo de Ramos como un regalo más ilusionante que recibe cada año. Aunque la Semana Santa ha comenzado el Viernes de Dolores, haciéndose presente Cristo y María en los barrios, lo cierto es que nuestro calendario íntimo tiene marcado un día y un momento: la primera llamada, las primeras voces, las primeras pisadas de los Legionarios del Porvenir. Esa puerta que se abre al sol del mediodía, esos nazarenos blancos de Paz y esos candelabros dorados que tintinean asomándose, proclamando la Victoria de Cristo. Y ese manto blanco, tras el cual la puerta se cerrará para entregar a Sevilla su regalo: es Domingo de Ramos.

Pero este año tenemos que renunciar al regalo, ofreciéndolo al Señor en penitencia cuaresmal. Sentimos esa pena, pero no será tan grande como el peso de la cruz que el sayón clavó en el hombro del Señor de la Victoria. Sentimos ese sacrificio, pero no se podrá comparar a la espada que traspasa el corazón de la Madre de la Paz. Pero es una pena y será un sacrificio para todos. ¿De dónde vendrá nuestra fortaleza para transformar todo esto en fe, esperanza y caridad?

Por eso os necesitamos, Legionarios del Porvenir. Esta situación de epidemia, y lo que vendrá después, se parecen mucho a los kilos que aguantáis de vuelta, camino del Parque, que aunque el calor se alivió al atardecer, ahora es cuando pesan las trabajaderas. Enseñadnos, Legionarios del Porvenir, a meter cintura y a empujar fuerte para arriba. Yo sé que vuestra fuerza la sacáis del amor al Señor de la Victoria y a la Virgen de la Paz. No os importa nunca el camino que quede hasta la iglesia, sino que seguís andando siempre de frente, valientes, sin miedo, recios legionarios del Domingo de Ramos. Ahora nosotros queremos aprender a llevar los kilos, confiados en el Señor y en la Virgen, como vosotros.

Legionarios del Porvenir, dejadnos a todos un hueco en la trabajadera. Enseñadnos a escuchar con paciencia los golpes del llamador. Y después, que el paso vuele, como vuela la paloma blanca de la ilusión del Domingo de Ramos, buscando la mirada de misericordia del Hijo del Hombre, que recibe la cruz en su hombro para llevarla por Sevilla.

 

Marcelino Manzano Vilches, pbro.
Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías