Los textos y meditaciones que se irán incorporando en el programa de formación online de nuestra Hermandad de la Paz son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración y, en la medida de lo posible, compartirla en familia. Se trata de disponer de un rato de tranquilidad para leer en silencio los textos que se sugieren y que, en algunos caso irán acompañados de un breve comentario o preguntas para la reflexión. Pudiendo finalizar el rato de recogimiento con un breve tiempo de oración.

Busca un lugar recogido y en el que puedas evitar distracciones. Si lo deseas puedes tener contigo una imagen del Señor de la Victoria o de María Stma. de la Paz que te ayude a interiorizar la lectura propuesta.

El décimo documento reflexiona sobre un texto tan conocido como es el de la multiplicación de los panes y los peces, lo que nos permite dejarnos sorprender por la Palabra ya conocida.

 

A pesar de la muerte, la fiesta

 

Jesús se marchó de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado. Pero la multitud se enteró y le siguió a pie desde los poblados. Jesús desembarcó y, al ver la gran multitud, se compadeció y sanó a los enfermos. Al atardecer los discípulos fueron a decirle: El lugar es despoblado y ya es tarde; despide a la multitud para que vayan a las aldeas a comprar algo de comer. Jesús les respondió: No hace falta que vayan; dadles vosotros de comer. Respondieron: Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados. Él les dijo: Traédmelos. Después mandó a la multitud sentarse en la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la multitud. Comieron todos, quedaron satisfechos, recogieron las sobras y llenaron doce cestos. Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños (Mateo 14, 13–21).

Jesús acababa de enterarse de la muerte de su primo Juan Bautista. La noticia le afecta y decide alejarse de la muchedumbre. Aun así, acepta que le interrumpan en su tristeza aquellos que se acercan para que los sane. Él accede, ofrece sanación y da prioridad a las fuerzas de la vida ante su tristeza.

Este paso de la muerte a la vida parece celebrarse en un momento único. En un lugar desértico encuentran césped sobre el que recostarse para comer pan y peces que reciben en abundancia. Es un signo humilde, no se trata de ningún banquete, pero es impactante por el hecho de servir a por lo menos 10 o 15.000 personas. Tanto es así que en algunos evangelios se narra hasta dos veces.

Sintiéndose débil y apenado, y consciente de que su vida corre peligro, Jesús detiene el tiempo por un instante. Retiene a la muchedumbre, como si quisiera permitirles vivir una experiencia diferente, como de otro mundo donde el tiempo no existe y la muerte no nubla el horizonte.

Parece tratarse de una utopía, un lugar lejano que no podría reproducirse de forma natural, como un atisbo del Reino de los cielos. Aun así, la historia se narra de manera muy real. Dios concede un espacio entre las normas de su creación sobre nuestra Tierra, con nuestros materiales. A estas libertades que Dios toma con deliberación las llamamos milagros.

Cuando hablamos de milagros, también hablamos de lecciones. ¿Qué mensaje quería transmitirnos Jesús en ese momento oscuro de su existencia? Parece tratarse de un mensaje de ánimo. Jesús nos anima a confiar en la generosidad de Dios, la cual es mayor que la muerte y la destrucción.

La sanación y la celebración en el desierto ilustran el propio gesto de orar: cuando oramos, le confiamos a Dios aquello que tenemos y aquello de lo que no tenemos suficiente, nuestras fortalezas, el fruto de nuestros esfuerzos y también nuestras batallas.

Dios acepta todo lo que somos: nuestra enfermedad y nuestras dolencias, nuestro pan y nuestros peces. Recibe nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Donde hay poco, Dios lo multiplica al compartirlo. Cuando el Espíritu Santo une nuestros talentos, estos se multiplican más que sumarse. Tal vez sea ese el motivo por el que el hermano Roger insistió durante toda su vida sobre la importancia de empezar con lo poco que tenemos. Nuestra responsabilidad para con nosotros mismos es empezar. Dios se encargará del resto con su gracia y nuestra perseverancia. No temáis no disponer de suficiente para empezar. Ahí también encontraréis un estímulo.

En esta versión de la multiplicación de los panes según el evangelio de San Mateo, Jesús solo entrega el pan a las multitudes, lo que significa que se queda con parte de lo que le entregamos. ¿Qué podría significar este nuevo detalle? Los peces, animales muertos, representan aquello que ha muerto en nosotros, aquello que ya no nos da ninguna vida. Con esta interpretación, el gesto de Jesús parece muy revelador. Dios filtra aquello que recibe de nosotros. Aquello que da fruto nos lo devuelve para que podamos compartirlo y disfrutarlo con mucha gente. Sin embargo, aquello que nos daña o nos avergüenza, se lo queda para sí mismo.

Las dos cuestiones principales que surgen ante el milagro de Jesús son: ¿Qué he recibido de Dios que debería compartir con los demás? Y de lo que le he entregado, ¿con qué querría que se quede? ¿De qué quiero que me libere Dios?

  

PREGUNTAS

  • ¿He recibido algo especial de Dios? De ser así, ¿qué puedo hacer con ello para beneficiar a muchas personas y no quedarme el don solo para mi?

  • De lo que le he dado a Dios, ¿con qué me gustaría que se quede? ¿De qué querría que me libere Dios?

  • ¿Qué tipo de sociedad retrata la multiplicación de los panes?