Los textos y meditaciones que se irán incorporando en el programa de formación online de nuestra Hermandad de la Paz son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración y, en la medida de lo posible, compartirla en familia. Se trata de disponer de un rato de tranquilidad para leer en silencio los textos que se sugieren y que, en algunos caso irán acompañados de un breve comentario o preguntas para la reflexión. Pudiendo finalizar el rato de recogimiento con un breve tiempo de oración.

Busca un lugar recogido y en el que puedas evitar distracciones. Si lo deseas puedes tener contigo una imagen del Señor de la Victoria o de María Stma. de la Paz que te ayude a interiorizar la lectura propuesta.

El quinto documento reflexiona sobre las relaciones entre las personas y con los miembros de nuestras propias familias.

 

La Fraternidad Humana

 

Todavía estaba hablando a la multitud, cuando se presentaron su madre y sus hermanos, que estaban afuera, deseosos de hablar con él. Uno le dijo: —Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo. Él contestó al que se lo decía: —¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: —¡Ahí están mi madre y mis hermanos! Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. (Mateo 12, 46-50)

Jesús dijo « Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre » (Mateo 12, 50). Con estas palabras Jesús describe una cercanía inaudita entre personas que no comparten una misma sangre. Es cierto que a través de la oración y el servicio a los más vulnerables podemos sentirnos muy cerca de personas que apenas conocemos.

Esta comunión se hace particularmente perceptible en la oración. Cuando rezamos juntos, nos acercamos los unos a los otros. Esto es especialmente cierto entre los cristianos. A menudo hemos visto cómo rezar juntos ha hecho apreciarse a personas a quienes resultaba difícil encontrar puntos de entendimiento entre sus iglesias.
Esta comunión es también cierta con aquellos que no comparten nuestra referencia a Cristo. Muchos de nosotros lo hemos experimentado : algunas personas, incluso sin un vínculo consciente con el Padre, parecen hacer su voluntad, tanta es la energía que ponen al servicio del amor al prójimo.

Estas personas hacen los mismos gestos de amor que los cristianos. En ocasiones incluso, atrevámonos a decirlo, lo hacen mejor que nosotros. En lugar de competir unos con otros o negar el vínculo que tienen con la voluntad de Dios, podemos llevar a estas personas en nuestra oración. Sin arrojar ninguna sombra sobre su libertad de conciencia, podemos, por nuestra alabanza, ser el hilo, no importan cuán tenue, que les liga a Dios.
Si nos acostumbramos a sentir cuánto se complace Cristo en las cosas hermosas que hacemos juntos, descubrimos cuán fuertemente el Espíritu Santo habla al corazón de cada persona humana. En los primeros siglos de la Iglesia, los pensadores cristianos hablaban de las «semillas de la Palabra» que habían venido a fertilizar las culturas y religiones no cristianas.

Debido a la globalización, las ideas, la información, el capital y los bienes nunca habían circulado a tal velocidad por el globo. Este frenesí podría alarmarnos. Debido al miedo a las migraciones, todo circula excepto la mayoría de los habitantes de la tierra, muchos de los cuales no pueden cruzar las fronteras.
A causa de esto, nos encontramos sin encontrarnos. A veces, con una pantalla que se interpone entre nosotros, a menudo con malas noticias que nos separan e incluso más a menudo porque compramos de unos a otros sin siquiera hablarnos de verdad.

Intentar ver cómo el aliento de Dios siembra semillas en las vidas de las personas podría ser una oportunidad magnífica para conocernos los unos a los otros en verdad, para apreciarnos realmente, a pesar de los defectos que podamos encontrar en la cultura o el comportamiento del otro. Y una vez nos conozcamos mejor, podremos resaltar lo mejor de cada cual, dejarnos inspirar por otros y así corregir lo que necesita ser corregido en nuestro propio comportamiento.

¿Podemos encontrar maneras de estar presentes en lugares de fractura, y de construir puentes? Oremos por aquellos que no comprendemos y no nos comprenden. Las semillas de la Palabra nos ayudan a entendernos los unos a los otros. El Espíritu Santo habla un lenguaje del corazón que sabe hacerse oír a pesar de todos nuestros obstáculos lingüísticos y culturales.

Escuchemos pues lo que Dios murmura en la belleza de cada cultura. En este murmullo se encuentra su voluntad, una voluntad que no podemos cumplir solos. Dios nos confía los unos a los otros, como un don y como una responsabilidad. Reconozcámonos indispensables los unos para los otros en este camino hacia Dios.

 

PREGUNTAS

  • ¿Hay personas de las que me siento más cerca que de miembros de mi propia familia? ¿Por qué? ¿Es posible ver a cada ser humano como un hermano o una hermana? ¿Qué implicaría esto en concreto?
  • ¿Cómo podemos hacer que nuestras comunidades, nuestras hermandades sean más como una familia?
  • ¿Qué puentes podemos construir con personas que no comparten nuestra fe? ¿Qué podemos aprender de ellos?