Los textos y meditaciones que se irán incorporando en el programa de formación online de nuestra Hermandad de la Paz son propuestas para sostener la búsqueda de Dios en el silencio y la oración y, en la medida de lo posible, compartirla en familia. Se trata de disponer de un rato de tranquilidad para leer en silencio los textos que se sugieren y que, en algunos caso irán acompañados de un breve comentario o preguntas para la reflexión. Pudiendo finalizar el rato de recogimiento con un breve tiempo de oración.

Busca un lugar recogido y en el que puedas evitar distracciones. Si lo deseas puedes tener contigo una imagen del Señor de la Victoria o de María Stma. de la Paz que te ayude a interiorizar la lectura propuesta.

El tercer documento reflexiona sobre cómo el poder de Dios se revela en la debilidad.

 

Una confianza muy sencilla

Le acercaron también unos críos para que los bendijera. Los discípulos al verlo les reprendían. Pero Jesús los llamó diciendo: « Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, pues a esos tales les pertenece el reino de Dios. Os aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él. » (Lucas 18, 15-17)

En este pasaje, algunas personas importunan a Jesús y sus discípulos al llevarles unos niños pequeños. Mientras que los discípulos manifiestan su disgusto, para Jesús esta situación, que no había elegido, se convierte en una oportunidad. Acoge la situación y a los niños y extrae de ello una lección: el Reino de Dios pertenece a quien lo acoge como un niño.

¿Qué caracteriza a los niños? En primer lugar, el hecho de que no pueden cubrir por sí solos todas sus necesidades. Si en la Biblia los huérfanos, junto con las viudas y los extranjeros, son los pobres y débiles por excelencia, es precisamente porque no tienen a nadie que defienda sus derechos y no son capaces de hacerlo por sí mismos.

Los niños pequeños deben, con mayor o menor frecuencia en función de su edad, recurrir a alguien que les ayude a lograr lo que quieren o que les dé lo que les falta. Ponen su confianza en la capacidad de la otra persona para resolver una situación que les supera. Y cuando los padres no quieren o no pueden aportar la solución esperada, los pequeños expresan a grandes gritos su disgusto.

También en nuestras vidas de adultos tenemos carencias que no podemos suplir por nosotros mismos. Aprender de los niños significa aprender a confiar y a recibir nuestras vidas. ¡No necesitamos autorealizarnos! En lugar de considerar nuestras vidas como un recurso a explotar al máximo, podemos acoger agradecidos lo que nos es dado vivir. Esto nos conducirá asimismo a nuevas relaciones con los demás y con toda la creación.

Ya sería un paso confiar en algo más fuerte que nosotros y aceptar recibir nuestra vida de alguien capaz de aportarnos la plenitud que nos falta. Pero Jesús nos propone algo distinto: acoger a lo más débil y abrirnos a lo limitado.

El reino de Dios viene con poder, pero muy a menudo se manifiesta bajo la apariencia de la debilidad. En ocasiones el amplio horizonte se nos abre por medio de lo que parece más limitado. Jesús nos propone acoger esta debilidad y estas limitaciones y da ejemplo él mismo. En lugar de ver en los niños una situación molesta o una pérdida de tiempo, se deja importunar y descubre una oportunidad de profundizar en su enseñanza, una nueva posibilidad de expresar su mensaje.

No sólo acoge a los niños, sino que se identifica con ellos. En otro momento de su vida, coge a un niño, lo pone en medio de la gente y dice, « Quien acoge a este niño, a mí me acoge » (Lucas 9, 48). En Jesús, Dios se muestra a sí mismo como el débil, el necesitado. En Jesús, se convierte en la víctima de las fuerzas de este mundo. Es así como trae su reino. Este es el mensaje de la cruz: el poder de Dios se revela en la debilidad y la muerte de Jesús nos da la vida.

El Evangelio nos invita a acoger una plenitud de vida que vendrá de alguien más fuerte que nosotros. Para descubrirla, nos llama a abrirnos a lo que hay de débil y de limitado en nuestras vidas y en las de los demás. Si escuchamos esta llamada desde la sencillez y la confianza, encontraremos una fuente de esperanza, creatividad y alegría.

PREGUNTAS

  • ¿Qué características de los niños me parecen las más importantes? ¿Cómo es posible « hacerse como un niño » sin dejar de ser un adulto maduro?
  • ¿Dónde he visto el poder de Dios revestido de la debilidad humana?
  • ¿De qué maneras puedo acoger a los indefensos y vulnerables en mi vida? ¿Qué cambiaría esto en mí?