20150325 DCHC1Desde niño siempre fui cofrade del Domingo de Ramos. Y hablar de la Hermandad de La Paz es, indudablemente, hablar de esa luz, de esa emoción, de esa nostalgia tan especial que ensancha el alma y te sitúa en uno de los días más grandes del año, cuando conmemoramos la entrada de Jesús en Jerusalén y el inicio de su Pasión. Decir Domingo de Ramos es decir túnicas blancas, Parque, chiquillos estrenando, padres que transmiten a esos mismos chiquillos vivencias y les enseñan a amar a Dios mientras les explican quiénes son los hombres malos que rodean y maltratan al Señor que camina por el barrio de “El Porvenir”, Señor que acepta la Cruz de la Victoria, ramo de olivo de Paz en las manos de María… Para mí, además, hablar de la Hermandad de La Paz es revivir aquellos momentos en que, ya siendo más muchacho, minutos antes de vestir mi túnica de nazareno de San Roque, escuchaba por la radio que era verdad, que ya podía tocar con las manos el deseo anhelado, que ya era Semana Santa. Desde mi casa escuchaba la alegría al abrirse las puertas de San Sebastián, los primeros tambores con la Cruz de Guía, y, cómo no, la llamada del gran Manolo Santiago a sus legionarios, pero especialmente a ese patero de categoría, cofrade aquilatado bajo las trabajaderas y, privilegios que uno recibe, ahora entrañable amigo, nuestro querido Miguel Ángel Osuna.

Hablar de la Hermandad de La Paz, para mí, es también viajar a aquella salida extraordinaria de 1989 en una noche de otoño, cuando descubrí el ascua de luz más hermosa que hasta entonces había visto: el palio de nuestra Madre, en la penumbra (creo que las farolas y focos eran menos potentes que ahora) del muro del Alcázar, tras una función solemne en la Catedral. ¡Quién me iba a decir el regalo que el Señor me tenía preparado! Porque 25 años después, aquel joven cofrade estaría, como sacerdote y Delegado Diocesano de Hermandades, a los pies de la Virgen, en el Parque, en la hermosa Misa Estacional del pasado 13 de septiembre.

Pienso ahora en cuánto ha crecido la Hermandad de La Paz en estos últimos 25 años. Siempre fue cofradía populosa y simpática, pero los años le han propiciado dar numerosos frutos apostólicos y cofradieros. El aumento de hermanos y de nazarenos, el cuidado en todo lo referido al patrimonio artístico (¡qué joyas son los dos pasos!), la consecución de una decantada madurez… La Hermandad de La Paz ya no es “solo” la que tantas horas tenía que echar de ida y vuelta de la Catedral, que parecía que en los resúmenes de datos de los periódicos no había otra cosa más importante que reseñar. Vemos ahora que la Hermandad ha aumentado su apostolado y estrechado aún más la relación con la Parroquia de San Sebastián, participando en la nueva evangelización, que hace 25 años ya anunciaba San Juan Pablo II, pero que aquí en la Tierra de María Santísima veíamos como cosas para los países extranjeros que no tenían cofradías. Por otra parte, la devoción al Señor de la Victoria y a la Virgen de la Paz ha desbordado las fronteras del barrio y de las familias del Porvenir, haciéndose mucho más “universal”. La prueba la hemos visto en la mencionada y reciente Misa Estacional en el Parque de María Luisa, presidida por el Sr. Arzobispo D. Juan José Asenjo. Cuántos cientos de personas participaron con silencio y devoción en la celebración eucarística, y cómo arroparon a la Virgen en la procesión de vuelta. Signos ciertos de devoción a la Reina de la Paz, tan necesarios precisamente en tiempos de secularismo y de guerra cruel en muchos sitios.

De entre todos los grandes logros que han conseguido trabajando unidas la Parroquia y la Hermandad, destaco sin duda el Centro de Orientación Familiar de “El Porvenir”. Habrá quien se fije más en los estrenos de varas o estandartes, pero puedo decir sin lugar a dudas que esta es la obra más importante que la Hermandad ha hecho en los últimos años, porque representa una valiosísima ayuda a las familias. Hermandad y familia son dos realidades íntimamente unidas. Y La Paz ha sabido darse cuenta muy pronto de que ayudando a la familia realiza una excelsa obra de caridad: orientar a los matrimonios en sus momentos de desencuentro intentando evitar rupturas dolorosas, ayudarles en la educación de los hijos, encauzarles en la solución de los múltiples problemas de todo tipo que amenazan a la institución más desprotegida que existe. Ya sabemos que no es cristiano presumir de las obras, pero permitidme aquí que dé gracias a Dios por el supremo bien que están realizando nuestros Centros de Orientación Familiar, y entre ellos el de “El Porvenir”, sustancialmente ayudado y sostenido por la Hermandad.

20150325 DCHC2Dando gracias a Dios por todo lo anterior, hay que ponerse manos a la obra por todo el trabajo que queda por hacer en su viña, un trabajo común a todas las Hermandades y Cofradías de la Archidiócesis, por cierto. En primer lugar, crecer en el conocimiento e intimidad con Jesucristo, algo fundamental para que nuestras hermandades no pierdan la esencia de lo que son: la intimidad de una buena vida espiritual, lo que redundará en el bien personal de cada cofrade y en el bien de toda la Hermandad de la Paz (sentarte un rato ante el Sagrario a hablar con el Señor, leer el evangelio diario como luz de la jornada, la misa cada domingo, la confesión frecuente, o el trato amistoso y cercano con el sacerdote, que tanto bueno nos puede hacer). Y el conocimiento a través de la formación. En esta hora de la Iglesia, necesitamos el vigor evangelizador de los cofrades, llamados a ser testigos y apóstoles de Jesucristo. Además, la formación nos fortalecerá el alma, asemejándonos a quien cada Domingo de Ramos recibe la Cruz por nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte.

Está también la tarea de la caridad, una de cuyas expresiones es, como hemos dicho, la ayuda a la familia a través del Centro de Orientación Familiar, pero que también ha de abrirse, por supuesto, a la ayuda inmediata para tantos hermanos nuestros azotados por el paro. Estoy seguro de que la Hermandad de la Paz seguirá encontrando métodos nuevos y creativos para que la caridad sea cimiento de la fe y de la esperanza. De esta manera también creceremos en el amor a la Iglesia, en la comunión con el Papa, nuestro Arzobispo y los sacerdotes. Es decir, en sentirnos Iglesia, familia de Dios, peregrinos no solitarios hacia la patria celeste.

Y el gran reto será el de dar esperanza. La que transmite la serena y hermosa pena de nuestra Madre de la Paz. Dar esperanza para generar esperanzas en el Porvenir, en Sevilla, en el mundo. ¿A dónde iremos lejos del Señor de la Victoria, si sólo él tiene palabras de vida eterna? Mostraremos, con nuestra existencia según los valores del evangelio, que solo Él nos da sentido y libertad, solo en Él está la plenitud, sólo en Él encontramos las respuestas a todos los interrogantes, sólo con Él podemos asumir y llevar la Cruz, sólo Él nos da la auténtica alegría.

Queridos hermanos de la Paz, como Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías estoy a vuestra disposición. Pido por vosotros al Señor de la Victoria, por intercesión de nuestra Madre de la Paz, para que la Hermandad continúe caminando por las sendas de la fe, de la esperanza y de la caridad.

Marcelino Manzano Vilches, pbro.
Delegado Diocesano de Hermandades y
Cofradías de la Archidiócesis de Sevilla.