Natural de Sevilla, Manuel Soria Campos, realizó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Metropolitano de nuestra ciudad, siendo ordenado sacerdote en 1993 por el Papa Juan Pablo II. Desde entonces ha desempeñado diversas encomiendas pastorales.
¿Donde nació? ¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
Nací en la calle Castilla, en la misma casa que nació mi padre Nací, crecí y viví allí hasta que me fui al Seminario. Soy trianero en cuarta generación por parte de padre y en tercera por parte de madre. Mis bisabuelos paternos, a finales del siglo XIX, tenían una posada en la calle San Jacinto.
Mis recuerdos de la infancia están muy relacionados con la vida de mi Parroquia -donde era monaguillo- y la Hermandad de La O. La Semana Santa era, y sigue siendo para mi familia, los días que más disfrutamos en el año. Mi padre, algunos de mis tíos y yo salíamos en “La O” otros primos míos en “El Cachorro”. Como muchos sevillanos, no alcanzo a recordar la primera Semana Santa o la primera Hermandad que vieron mis ojos. Desde que nací me han llevado a ver cofradías, crecí conociéndolas y queriéndolas. Como tampoco recuerdo la primera vez que fui a Misa, siempre me llevaron y nunca he dejado de participar en la Eucaristía los domingos.
¿Quiso consagrar su vida al Sacerdocio desde pequeño o quería ser futbolista como la mayoría de los niños? ¿Qué le impulsó a hacerlo?
Futbolista no, nunca me ha gustado el fútbol. No recuerdo que de pequeño pensara en hacer algo en especial de mayor. Recuerdo que siempre me ha gustado mucho todo lo relacionado con la Iglesia. La llamada del Señor a la vida cristiana, la escuché y respondí a ella en la vida familiar. La llamada al sacerdocio la escuché en la vida de mi Hermandad de “Los Panaderos”. Fui descubriendo cómo el Señor me hablaba a través de mi propia historia personal y de las circunstancias que se iban dando, de las personas que iba conociendo, especialmente de algunos sacerdotes, y de muchos momentos vividos en la Hermandad. Tengo que decir que tardé en responder para dar el paso de entrar en el Seminario. Años de duda, de no saber por dónde tirar, pero en los que la vida de la Hermandad me ayudó mucho en el discernimiento.
El día de la Ordenación como Sacerdote, obviamente, es muy importante para cualquier religioso ¿Qué supuso para Usted?
Un día inolvidable; cargado de emociones, vivencias y experiencias muy especiales. Además, con la gracia de haber recibido el orden sacerdotal por la imposición de las manos del Papa, hoy Beato Juan Pablo II, cuando visitó nuestra Iglesia y nuestra Ciudad de Sevilla con motivo del Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Junio de 1993.
Como Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías de la Archidiócesis ¿Cuáles son sus principales funciones? ¿Con qué aspectos de su desempeño disfruta más?
Como Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías: Presido el Consejo de la Delegación. Junto con los miembros de la Delegación organizamos los cursos y encuentros para la formación doctrinal y espiritual de las hermandades, informo sobre la oportunidad o conveniencia pastoral de cuantos actos, cursos de formación y celebraciones que, con carácter extraordinario, proponen celebrar las hermandades. Presento las propuestas de nombramiento de directores espirituales, atiendo pastoralmente el seguimiento de los procesos de constitución de agrupaciones parroquiales, hermandades, consejos locales, así como en los de las coronaciones canónicas. Represento al Arzobispo en aquellos actos y celebraciones litúrgicas cuando éste expresamente me lo encomienda, y a la Delegación diocesana ante los órganos eclesiales regionales y nacionales en el área de hermandades y cofradías.
En mi caso, como Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías soy, también, el Asesor Religioso del Consejo General de Hermandades y Cofradías. Como tal, represento al Arzobispo, doy el visto bueno a todo lo referente a actos de culto, formación y obras de apostolado y caridad. Presido honoríficamente los plenos y todas las reuniones celebradas por los órganos de gobierno, informo sobre la idoneidad de aquellos que pretendan ser candidatos a la Presidencia, y para el nombramiento de pregonero por parte de la sección correspondiente, el Delegado Diocesano tienen que considerar la idoneidad de los candidatos siguiendo los requisitos que para poder ser designado pregonero indican los Estatutos del Consejo.
Disfruto con todo aquello que esté más relacionado con mi sacerdocio y con el servicio que pueda prestar a la Iglesia de Sevilla.
A lo largo de su vida ha ejercido la docencia. ¿Cómo ha sido su relación con los jóvenes durante esa experiencia? ¿Qué consejos daría a la juventud actual de nuestras hermandades?
En mi etapa de profesor de instituto mi relación con los jóvenes fue muy buena y positiva. Hoy día tengo buenos amigos que fueron alumnos. Si bien, nunca busque ser un amigo para ellos, sino “el cura” como ellos mismos cariñosamente me llamaban.
Los jóvenes pertenecen a una Hermandad por muchas y variadas razones. Dos de ellas me preocupan: quienes lo apuntaron de niño y, aunque no vivan la fe en Jesucristo ni la vida sacramental de la Iglesia, no quieren perder su vínculo con la hermandad, y los que son grandes aficionados a la estética y las costumbres de las cofradías y la Semana Santa, y se quedan en lo sentimental, lo cultural, lo estético, la afición y lo folklórico. A ellos les digo que si no abren su corazón para tener un encuentro y una amistad personal con Jesucristo, en el fondo, se están engañando a ellos mismos y están mostrando una gran incoherencia personal que perjudica a la esencia de nuestras hermandades. Pero, gracias a Dios, contamos con muchos jóvenes cofrades que son personas creyentes que saben donde están. A ellos les digo, que no sientan vergüenza en decir que son creyentes y miembros de la Iglesia que viven la vocación cristiana en la vida de la Hermandad.
La familia es, indudablemente, un elemento vertebrador esencial de la sociedad. ¿Cree que la falta de tiempo provocada por las obligaciones laborales, etc. puede hacer mermar la capacidad para transmitir los valores cristianos a nuestros niños? ¿Cómo pueden las familias mantener esos valores y tradiciones en las generaciones venideras?
Puedo comprobar que muchos padres cofrades tienen conciencia de ésta responsabilidad. Les preocupa la educación de la fe de sus hijos. Yo les pediría que si son conscientes de las dificultades y no se sienten, tal vez, suficientemente preparados, que pidan ayuda y orientación, que no se avergüencen en decir que necesitan apoyo. Gracias a Dios la Iglesia a través de la Pastoral Familiar cuenta con medios suficientes para ayudarles a hacer de su hogar un espacio de convivencia cristiana y de educación en valores y en la fe.
A veces, en el hogar se comparte todo menos la fe y las vivencias religiosas. Sin duda, cada familia ha de recorrer su propio camino para ir aprendiendo a compartir más y mejor su fe. Urge, en estos tiempos, poner en práctica la oración en el matrimonio y con los hijos, poder y saber escuchar la Palabra de Dios en familia, dialogar sobre la fe entre padres hijos y abuelos. Comunicar y compartir las experiencias personales de fe y participar como familia en la Eucaristía dominical.
¿Qué lugar e importancia otorga a las Hermandades dentro de la Iglesia? ¿Cómo pueden éstas potenciar su función evangelizadora?
Estoy convencido de que nuestras hermandades y cofradías son partes integrantes e importantes de la Iglesia. Y, como tales, son capaces de llegar a muchísimas personas y sectores de la sociedad que la Iglesia con otras realidades eclesiales no puede hacerlo. Por ello, gracias a las hermandades muchas personas se acercan a la Iglesia. Ahora bien, la hermandad no puede estar demasiado pendiente en enriquecer el patrimonio o en el dotar a la vida de hermandad de cierto “ambiente cofradiero”. La Hermandad tiene que posibilitar una formación católica de las personas que más frecuentemente participan de la vida interna de la corporación, ayudándoles a vivir la eclesialidad, el ser y
sentir con la Iglesia diocesana y universal.
Las hermandades, poco a poco, van tomando conciencia de la importancia que debe tener, entre sus proyectos, la formación de los hermanos. Pero el trabajo que se viene haciendo, dista mucho de ser un catecumenado o itinerario de formación cristiana.
Es mucho el trabajo que tenemos por delante. Se están haciendo algunos ensayos de formación organizando charlas, encuentros, cursillos, etc. Pero el esfuerzo debe ir orientado a crear en nuestras hermandades grupos de hermanos que realmente deseen iniciar un catecumenado o itinerario de formación cristiana, que les ayude a asumir responsabilidades en la hermandad como una comunidad eclesial y vivir como cristianos en un mundo que es plural.
Para muchos sevillanos, uno de los días más importantes del año es aquel en el que su Hermandad sale a la calle ¿Cómo debe prepararse y vivirse una estación de penitencia?
Es primordial la necesidad de que la Hermandad cuide de que los hermanos más alejados. El mínimo exigible debería ser que los niños, adolescentes y jóvenes participen en las clases de religión en sus centros educativos, completen la iniciación cristiana con la confirmación y sepan que en su hermandad pueden encontrar medios que le ayudan a poder situarse como fieles cristianos laicos en una sociedad plural. Después, para todos, la mejor preparación es vivir la Cuaresma como un tiempo de conversión personal al Señor, siguiendo los consejos evangélicos de la oración, el ayuno y la limosna, hacer una buena confesión sacramental de los pecados. Es decir: la Cuaresma, los cultos, la confesión, la devoción a los sagrados titulares… son valiosísimos medios que pueden ayudar a vivir la estación de penitencia como un auténtico encuentro.
Algunas personas alcanzaron la Santidad a pesar de que inicialmente no compartieron la Gracia de la Fe. ¿Qué diría a las personas que ven flaquear su Fe?
Que lean Deus Caritas Est, “Dios es amor”; Spe Salvi, “Salvados en esperanza” y Caritas in Veritare “La caridad en la verdad” de Benedicto XVI y Lumen Fidei “La Luz de la Fe” del Papa Francisco.
Estamos viviendo momentos muy difíciles. Muchas personas han perdido sus puestos de trabajo y pasan necesidades. ¿Cómo cree Usted que las Hermandades pueden contribuir a paliar estas situaciones?
Por un lado de un modo testimonial como Asociación Pública de Fieles Católicos, por otro lado, desde un compromiso en dos sentidos: desarrollando la dimensión profética. Es decir, denunciando determinadas realidades que dificultan la prosperidad de los más necesitados, y que contribuyen a generar bolsas de pobreza; y por otro lado, proporcionando una ayuda que abarque desde lo material hasta lo afectivo. Las hermandades deben comenzar a dar signos de austeridad, a ser la voz de muchos que no pueden llegar a las esferas que ellas llegan, y a saber derivar una parte significativa de sus ingresos para desarrollar proyectos que promuevan la salvación, aquí y ahora, de los hombres y mujeres de nuestra sociedad.
Toda la labor social que desarrollan nuestras hermandades y cofradías son siempre igualmente importantes, y siempre se podrá hacer más. En estos momentos históricos que estamos viviendo en nuestra sociedad, lo que mejor pueden hacer los dirigentes de nuestras hermandades y cofradías es ayudar a las familias que atraviesan por dificultades y necesidades como consecuencia de la actual crisis económica. Al tiempo que colaborar con las parroquias y con la Iglesia diocesana en la misión catequética, formativa y evangelizadora de los adultos en general y los jóvenes en particular para frenar la crisis de valores que tan fuertemente nos está afectando a todos.
En 2014 nuestra Hermandad celebrará el 75º aniversario de su fundación. ¿Qué significa para Usted la Hermandad de La Paz en Sevilla?
La Hermandad de la Paz es una hermosa cofradía y una hermandad ejemplar. El pasado Domingo de Ramos pude ver de cerca el magnífico comportamiento mantenido por todos los nazarenos en la Catedral, fue algo digno de reconocimiento que dice mucho y testimonia más.
Considero que los hermanos de la Paz son capaces de vivir el 75 Aniversario de su fundación como una ocasión para profundizar en las raíces fundacionales, en el contenido de las reglas, en las Enseñanzas y Magisterio de la Iglesia, en la Palabra de Dios, en los sacramentos y en la necesidad del testimonio de vida de los hermanos, especialmente de sus dirigentes y de aquellas otras personas que les ponen rostro a las hermandades.
Nuestro Hermano Mayor, el Sr. Arzobispo, nuestro Director Espiritual y D. Manuel Soria el pasado Domingo de Ramos en la Catedral. (Foto: Sergio Osuna)
Si ha podido ver nuestra cofradía en la calle ¿en qué lugar del recorrido aconsejaría verla y por qué?
El Domingo de Ramos se vivía en mi familia como la de cualquier otra familia de Triana de los años 60 y 70. La primera cofradía que se veía era la Estrella. Después íbamos al centro a sentarnos en una silla y ver algunas cofradías más. Algunos años, mi padre cuando llegábamos a casa de regreso, me cogía y me llevaba a ver alguna cofradía de noche, mi madre y mis hermanos se quedaban en casa. Mi primer recuerdo de la Hermandad de la Paz es el Paso de la Virgen por la Plaza de España de noche, creo recordar, con la fuente con luces de colores. Después cuando comencé a salir con los amigos unos años íbamos a la salida y otros al Parque por la noche. En los últimos años la he visto por el Postigo y a la llegada a la Catedral. Es de las hermandades que me gusta ver en sitios amplios y con sol.