Autora

I sabel Sola (Sevilla 1976) comienza sus estudios universitarios en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla en 1994, licenciándose en 1999. Premio al mejor expediente de su promoción y doctorándose en Bellas Artes en 2003.

Becada para completar su proyecto investigador en el Museo Uffizi en Florencia (Italia).

Es profesora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, desde 2001, desarrollando su labor docente en las asignaturas de Grabado, Perspectiva, Dibujo y Concepto de Formas, Dibujo del Natural, Diseño Ornamental y Creativo, entre otras. Actualmente imparte clases en las asignaturas de Dibujo del Natural y Discursos Expositivos y Difusión del Arte.

Lo que Isabel regala a nuestros sentidos, no es un cuadro sino un sentimiento a través de una obra consistente en un sueño para nuestra Hermandad, para El Porvenir y para Sevilla.

La imagen central del cuadro corresponde a la protagonista, María Santísima de la Paz, quien enmarcada en lo que parece la silueta de su propia corona, es rodeada de transparencias que flotan en medio del ambiente que pervive entre lo divino y humano, uniendo el cielo y tierra, de forma natural.

Su imagen, iluminada de arriba hacia abajo, aparece en gesto de protección hacia los hermanos que la acompañan alrededor de la Plaza de España, con sus cirios encendidos en la noche del Domingo de Ramos, en lo que parece una suerte de resistencia en salir del Parque de María Luisa para volver a nuestra Parroquia de San Sebastián, ocupando el color blanco junto con nuestro azul mariano el protagonismo secundario.

Isabel ha dotado a esta obra de un significado iconográfico a medida que el observador se acerca a la misma, identificándose nuevos elementos que pasan desapercibidos al ojo humano en un primer momento como bordados, el manto y su toca de plata, que parecen flotar en el ambiente.

Transforma la devoción en arte con una obra que une cielo y tierra a través de María Santísima de la Paz

La obra nos transporta a María Santísima de la Paz en la calle un Domingo de Ramos. Siendo así la transmisora de un sentimiento, de un sueño. No es lo que es, es lo que sugiere; no es lo material, es lo que te da a pensar, y expresa a dónde te lleva. Nos conduce a una ensoñación que parte de la mirada de María Santísima de la Paz, en la parte central que nos invita a interpretar el resto de la obra. Así las flores blancas que parecen convertirse en palomas que revolotean alrededor de la Virgen, nos trasladan a su salida por la calle Río de la Plata hacia el parque de María Luisa. El encaje, al humo de los cirios; y el incienso que nos lleva a la realidad de la Virgen cuando va en el paso, y cuando tratamos de fijarnos en su cara, es una nebulosa la que le rodea.

Dios, aparece representado difuminadamente en la parte superior derecha de la ensoñación, parece insuflar al Espíritu Santo sobre María (acción se plasmó en su Coronación), apareciendo llena de estrellas junto a una serie de Ángeles, testigos de las tres lágrimas que recorren sus mejillas, con el don de quien tiene la ubicuidad y está al mismo tiempo en la tierra y en el cielo para cumplir la misión encomendada.

Las estrellas del firmamento se confunden con las de su corona, y los cirios de los hermanos nazarenos, con la torre sur al fondo. También presente, La Catedral y la Giralda, como Casa de Dios en La Tierra, y por tanto ubicada en la parte terrenal de la obra, alejándose de los Hermanos que vamos de vuelta al Porvenir.